Cada vez ardia más, su cuerpo era una llama convulsa que se estremecía, todo su cuerpo lo hacía, respirando acelerado, tratando de hacer llegar aire a sus pulmones que crepitaban, su pecho subía inflamado, sin tregua bajo el frenético ritmo que le imponía el luchar por hacer llegar una bocanada de aire, en medio de aquella vorágine, y es que... ese maldito resfriado se había atrincherado tomando fuerzas en su interior como un ejercito dispuesto a no rendirse
Vale, se me fue la pinza otra vez, pero de reír se trata.
Saludos
Leila
jeje!
ResponderEliminarNo sabes que identificada me siento ahora mismo con tu relato...
un abrazo,
y si a mí me has hecho reir un ratillo
Me alegro si lo he logrado, de eso se trataba, mejorate pronto ;)
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