Aquello que había comenzado como un acto de piedad se convirtió en su sentencia de muerte.
Se suponía que la mortal debería estar muerta tras su mordisco letal peor ahí estaba...
Pérdida en mitad de la noche sin comprender que le había sucedido, con el desgarrado y ensangrentado vestido blanco ondeando contra la luna que ascendía tras esa colina y el negro cabello enmarañado azotándole en sucio rostro.
¿Cómo hacerle entender que era ahora un demonio de la oscuridad? Un ser maldito sin opción a redención posible, condenada.
¿Cómo explicar que él le dio una segunda supuesta muerte digna para que no sufriera?
Tras eso, su alma no conocería el descanso eterno, para esa criatura que lo miraba con esos enormes ojos claros, ya existía la vida que una vez la acompañó.
Ni siquiera sabía que le había impulsado a hacer aquello, a sentir algo distinto a la indiferencia por esa muchacha, había mostrado clemencia y ahora debería enfrentarse ha las consecuencias.
Leila Milà
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