Hondonadas de soledad
arrastradas por el tiempo,
inclemente minutero que no cesa
su eterno recorrido entre tempestades.
Versos voraces que se pierden
entre sus granos de arena
conviertiéndose en polvo dorado
que se pierde entre licores.
Se destilan las palabras
y los labios que las entonaron,
no queda nada ya
en la casa de las horas.
Ahora no son más que cartas
que se desdibujan
flontado entre las olas
del impertérrito mar de Cronos.
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