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26 de septiembre de 2009

Dulces Sueños - Entre el cielo y el Infierno, una diablesa muy particular - Mi Satine

Un dia como otro...

Satin estaba sentada en su butacón con las piernas cruzadas y dio un nuevo trago de su coctel. Como siempre estaba mirando a través de su portal de visión a los humanos.

Humanos… pensó esbozando su sonrisilla socarrona, que ingenuos y que deliciosos. Siempre pecando, siempre lamentándose.

Hizo chasquear su lengua entre los dientes y repaso su lista personal de pecados humanos:

1. El dinero y las armas

2. El ansia de poder y la lujuria

3. El abuso sobre los débiles, el maltrato y la vejación.

4. La envidia y la destrucción.

5. Su sed de sangre, su ambición.

6. La violencia y la brutalidad.

7. El odio y el racismo. Su egocentrismo

8. Su incapacidad para aprender de los errores.

9. Su constante queja y lamentación.

10. Su crueldad latente, la gula, la pereza, la ira, la mentira…

Había tantos pecados que podrían engrandecer su lista, bostezo y se estiro cual gata y aparto la vista de la pantalla, si tenía trabajo ya la llamarían para mandar una nueva alma al tártaro.

Demonios… sonrió, si ellos supieran cuántos de ellos andaban entre ellos por las calles, aquel era un juego complejo pensó. Era como una enrevesada partida de dados, el equilibrio nunca debía decantarse hacia uno u otro bando de la balanza, pero últimamente había tal exceso de entradas en el infierno que empezaba a dudar de todo aquel plan rocambolesco que ella desconocía.

Caronte estaba de un humor de perros y cada vez tenía que hacer más viajes con la barca. Desde luego el cupo era abrumador… ¿allí arriba tendrían la misma faena? Bostezó una vez más y termino su combinado con un suspiro y apoyó su mano bajo su fino mentón. ¿Cómo serían los de allí arriba? Los ángeles… una vez creyó ver sus suaves plumas blancas mullidas, pero sólo fue un instante…

Suspiro otra vez más aburrida y miro la caja que custodiaba en un rincón de su alcoba, esta resplandecía bajo la luz del fuego arrancando destellos a los rubíes y demás piedras preciosas que cubrían la dorada caja. Según decían estaba hecha con los huesos de una Diosa… ¿Qué coño hacía entonces en el submundo?

Los dedos le cosquillearon con el ansia de abrirla pero se levanto con un resoplido y le dio la espalda, apago el portal y salió echándose un corto y liviano batín de seda por encima. Sólo era un día más igual a todos pensó.


Kyrian extendió los dedos y cambio la imagen que había en las dos pantallas de visión de sus aposentos y las observó. En una estaba el mismo humano tendido sobre el lecho, tenía los dos brazos cruzados tras la nuca y apoyaba la cabeza en estos mirando al techo. Su torso desnudo mostraba un pecho robusto y fuerte, sus músculos estaban marcados y su piel resplandecía por el sudor, las sabanas blancas hacían resaltar el dorado de su piel y la punta de las sabanas tapaban sólo lo justo. Era un chico atractivo, los dioses habían sido más que generosos con él. Un mechón de su negro cabello caía rebelde sobre su frente.

La otra pantalla ahora sólo mostraba una alcoba vacía y se asombro al sentirse vació sin encontrar a su ocupante en ella.

De entre todos los arcángeles, sólo él tenía acceso para controlar lo que sucedía en los tres mundos, aparto su oscuro cabello de su nívea piel y se dejo caer en el mullido sofá mirando la pantalla vacía. Y se pregunto por qué no podía dejar de mirarla desde que la encontró. Sabía que debería dejar de observarla y sin embargo no podía dejar de hacerlo, alguna cosa en su interior le decía que allí… había algo, que ahí estaba una de las claves.

La puerta de la habitación se abrió y el pulso se le acelero, sin darse cuenta se había incorporado y entre abrió sus carnosos labios. Aquella visión como siempre volvió a sobrecogerlo. El batín de la chica dejo entrever un travieso picardías de color negro, su piel resplandecía como la seda, parecía tan suave… ¿Cómo podía ser alguien tan perfecto? ¿Cómo habían podido verter tanta belleza en único ser de aquel lugar? Su cuerpo, sus curvas sensuales y esos labios que prometían el paraíso, debían ser tan dulces… la visión de ella sólo duro un instante, pero sirvió para alterar todo su organismo.

Se llevo la mano a su miembro con un leve gemido de doloroso placer y luego se recostó intentando relajar sus músculos. Aquello debía ser su castigo particular por que aquello era inconcebible. Suspiro y levantándose con la frente perlada de sudor emprendió su nueva jornada, tenía faena reclamándolo y no podía demorarlo más, Armaux ya le estaría esperando. El chico de la otra imagen también se había levantado ya y se daba una ducha en su apartamento. Él también era una de las piezas, lo sabía.



Logan sentía resbalar el agua fría por su espalda, tenía los ojos cerrados y un abrazo apoyado sobre las baldosas donde apoyaba la frente. Entre abrió los labios y exhalo despacio mientras el agua resbalaba por sus músculos perfectamente cincelados en su cuerpo. Se aparto el pelo de la cara con una mano y lo sacudió salpicando las paredes y abrió la puerta de cristal de la mampara. Llevaba el pelo demasiado largo así que decidió que lo primero que haría sería ir a cortárselo. Desayuno poco y bajo al barbero, como siempre apenas había podido descansar, desde hacía un mes volvía a tener esos extraños sueños y volvía a despertarse sudoroso. Suspiro y tras echar una ojeada a la calle doblo la esquina. Se notaba que la gente empezaba a estar de vacaciones por el ambiente que se respiraba. Unas chicas en la otra acera lo observaron al salir de cortarse el pelo y taparon sus sonrisitas con una carpeta. Él las miro de soslayo y acabando de colocar bien la camiseta negra sobre su cuerpazo se alejo calle abajo, aún no tenía muy claro que haría hoy, estaba claro que iba ser un día como cualquier otro.


Resoplo una vez más y dio una patada a una porción de nueve mirando al horizonte ¿Pero donde se habían metido ese par? Pensó aburrida de esperar. Normalmente los guerreros eran estrictamente puntuales pero hoy ya llegaban tarde y eso era extraño en ellos. Cansada de esperar se sentó en una piedra y apoyo su barbilla entre sus manos como una niña enfurruñada. Por fin en la lejanía pudo ver como ambos hombres se acercaban, Angela exhalo al verlos como siempre, llevaba toda su vida junto a ellos pero aún así no podía dejar de asombrarse ante su imponente presencia. Eran tan bellos que dolía y sus cuerpos eran tan fuertes y masculinos que se estremecía sólo de pensar en el calor y el cobijo que podían dar esos fuertes brazos y ese pecho. Sus poderosos hombros y su espalda ancha resaltaban desde esa distancia y aún así se demoro mirando sus piernas, su torso, sus brazos y sus rostros duros y dulces a la vez. Su porte era digno de los guerreros celestiales, el aplomo y su firmeza eran apabullantes. Conocía a aquellos guerreros desde que era una niña y siempre los había admirado, ellos estaban preparados para la dureza de la guerra, ella aunque diestra, estaba hecha para la suavidad. Se levanto una vez estuvieron casi a su altura y los saludo mirando a Kyrian, parecía distraído. - ¿Hay algún rastro de Pandora? – le preguntó, él negó, Nadie sabía por qué esta había desaparecido.


Satine se vistió tras haberse estirado como una gata y bajo a la sala. Allí ya estaban todos que dirigieron los ojos hacía las despampanante diablesa que se acercaba con esa cadencia tan sexy a la mesa. Su blusa de seda negra mostraba un sugerente escote de piel canela y el pantalón de piel también negro se pegaba a sus caderas como una segunda piel, la temperatura de la sala se incremento varios grados. Sus ojos de un color indeterminado brillaban como estrellas.

- ¿Alguna novedad chicos? – su sugerente voz resonó en la caverna como un suave ronroneo.

- Nada preciosa – respondió uno de ellos – Todo sigue como siempre.

Ella suspiro y tomo asiento bajo la atenta mirada de uno de los guerreros, este reseguía la piel de su escote con anhelo y pensó que aún no había probado su piel ni saboreado sus labios de seda. Ninguno había podido disfrutar de ese cuerpo sedoso… Satine, olvidaba que por eso la habían llamado así, ella, que era la preferida del general. Aún así, había algo en aquella hermosa diablesa que lo hacía desconfiar, no sabría decir que era… pero algo no le cuadraba.

- ¿Algún problema Arlan? – clavo sus infinitos ojos en él.

Él se limito a devolverle la mirada con el mentón apoyado en su mano. Arlan era un tipo corpulento, serio y aterrador pero aún así Satine lo observo bien, sus músculos eran poderosos y su rostro aunque frío y cruel cuando quería era atractivo, sumamente viril. Se paso la lengua por los labios discretamente y miro los mapas que sus compañeros de escuadrón tenían sobre la mesa de alabastro. Ellos eran la elite de los suyos.

- Lenda ha vuelto a escaparse – asomó por la puerta Conrad.

Satine suspiro y descruzando lentamente sus piernas las puso en el suelo ya que había puesto sus pies en la mesa, los tacones plateados resplandecieron por las antorchas sin hacer el más mínimo ruido cuando tocaron el rocoso suelo.

- Ire yo

Se levanto moviendo su cola de diablillo y desapareció del cuartel con su cabellera ondeando tras su espalda, el aire cruzó la sala impregnándolo con su delicioso aroma. Traspaso varias de las puertas del submundo y al cruzar la última rasco una de las cabezas de Cerbero distraídamente a la vez que se concentraba en localizar a la escurridiza diablesa.

Se llevo dos dedos a la frente y cerró los ojos… ahí la tenía, en el mundo de los hombres, encaramada en la pared de un edificio. Por suerte, nadie podía verla, las escamas de Lenda brillaban ahora con un tono rojizo, estaba excitada por la emoción de poder campar a sus anchas. Suspiro negando con la cabeza y siguió observando a aquel ser con aspecto de salamandra, espero el momento justo y se transporto hasta el lugar donde ella estaba.

- Es la segunda vez que tengo que venir a por ti Lenda, la próxima vez no seré tan agradable –la miro con dureza.

Las escamas de la otra adquirieron un tono verdoso apagado.

- Yo sólo quería jugar, eso es muy aburrido. No seas mala conmigo, eso no es divertido.

- Vamos, hay que volver – se froto la frente cansada.

- ¡No quiero! Ven a jugar conmigo.

- Lenda…

- Oh

Dijo de pronto esta maravillada ensanchando su sonrisa de puntiagudos dientes, sus escamas centellearon doradas y rojas por la emoción.

- Te he visto antes… - escucharon la voz aterciopelada de un hombre.

Satine se volvió rápidamente con los ojos como platos, aquello no podía ser…

- Me ves ¿Quieres jugar conmigo? Eres hermoso – dijo Lenda bajando hacía el chico.

Realmente era un hombre demasiado atractivo para ser un simple humano, su cuerpo era fuerte, masculino… ¡Decir que era hermoso era poco! Satine reacciono a tiempo tras la sorpresa inicial y atrapo a Lenda por el hombro antes de que se acercase al humano y sin más dilación regresaron al submundo. Ella aún era incapaz de asimilar lo que había sucedido allí, alguien había podido verlas… por suerte almenos ella había tenido la precaución de llevar todos sus atributos de diablesa escondidos.

Nitka - Creado el 24/08/2009


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