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31 de agosto de 2009

Incompleto

Aquí os dejo el comencio de una historia que ha quedado incompleta:

Ni siquiera sabía la hora que era pero no me importo, apenas había luz pero mis ojos eran incapaces de apartarse de la hoja.

- ¿Por qué no vives tu vida en vez de desperdiciarla en esas fantasías absurdas? No todo está en los libros, esa no es la realidad. Empieza a disfrutar de tu vida, quizás te ocurra algo emocionante o tengas una historia digna de ser contada ¿Por qué te fascina tanto la lectura? No puedes huir siempre, ni evadirte de la realidad, el mundo está ahí fuera. Vive… siente, no tengas miedo a sufrir, la vida es esto, dolor, amor… No se puede vivir siempre en un mundo que no existe lleno de seres fantásticos e imposibles, no existen o quizás si abrieras los ojos verías que hay más verdad de la que crees.

Suspiré, cuanto me parecía a la chica… cerré el libro y me levante tras guardarlo en el bolso. Me desperece y empecé a andar sin rumbo, últimamente me sentía extraña, iba tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que los primeros arboles se alzaban a mi lado. Seguí andando hasta que parpadeé confusa y mire alrededor.

- El bosque… ¿Cómo he llegado aquí? ¿Desde cuándo hay un bosque aquí? – me pregunté aún mirando las altas y frondosas copas de los abetos, olía tan bien…

Alce la vista al cielo, estaba muy oscuro, sentí un escalofrío y seguí andando intentando orientarme, mis sentidos parecían más despiertos ahí, incluso tenía la mente más clara, empecé a correr sin darme cuenta, me sentía bien, libre… casi feliz. A escasos metros parecía que se abría un pequeño claro, sorteé el último árbol y me quede paralizada, había una extraña laguna en medio del claro, era un círculo perfecto

Lance el boli sobre la mesa y cogí el vaso, estaba vació, ya era la tercera copa que pedía. Suspiré y mire la pantalla del ordenador donde el cursor parpadeaba esperando.

Nada, no se me ocurría absolutamente nada, me quede mirando el espacio blanco y apreté los dientes, llevaba días sin escribir una sola palabra. Era incapaz de escribir. No estaba inspirada mi musa había desaparecido, me había dejado sola y abandonada a mi maldita suerte. Me revolví el pelo desesperada y volví a mirar la pantalla con frustración enfurruñada conmigo misma a la vez que releía lo que tenía escrito en las hojas esparcidas por la mesa. Al alzar la vista descubrí a Mat delante de mí sonriendo. Mat era mi atractivo y acaudalado agente.

- Nada, no se me ocurre nada, sigo en blanco – lo mire exasperada.

- Necesitas unas vacaciones Bely. Te estrujas demasiado la cabeza, deja de torturarte. Tienes que divertirte.

- Si ya…

- Vas a hacer una cosa, cogerás esta tarjeta, la abrirás en casa, recogerás tus cosas e iras a esta dirección. Unos amigos míos estarán allí, te echaran un cable con tu problemilla.

Intente protestar pero me acallo.

- Y nada de trabajo, se trata de disfrutar, olvídate de todo por un tiempo y desinhíbete. Pásalo bien. Eres demasiado estricta… eres joven Bely ¡haz locuras!

- ¿Qué intentas venderme Mat? – lo mire desde debajo las pestañas sonriendo divertida. Parecía un diablillo intentando pervertir a un corderito con el paraíso más lujurioso.

- Unas merecidas vacaciones a todo lujo. Los gastos están pagados nena, corren de mi cuenta. Así que no quiero que escatimes, derrocha.

- ¿A ti te han golpeado en la cabeza verdad? Muy feliz estás tú…

- Sólo hay una vida y hay que disfrutarla.

- Pues mira… voy a tomarte la palabra, creo que sí lo necesito.

- Estas agotada, no has parado en todo el año. Vamos bien de tiempo. Sólo te pido una cosa, ve con la mente abierta, nada de racionalizar, sólo sentir y dejarse llevar.

- Ay madre… ¿Dónde me vas a meter?

- En un lugar mágico – sonrió de un modo perverso.

- ¿Oye, por quién me tomas? Lo dices como si yo fuese una monja…

Él se limitó a sonreír clavando una intensa mirada en mí y deslizó una tarjeta plateada y negra hasta mí, la cogí y me la guarde en la bolsa.

- ¡Ah! Y Bely… no te lleves ropa, allí tendrás un armario entero.

- No hagas que me arrepienta ¿Qué le pasa a mi ropa? – me levante guardando el portátil en la bolsa.

- Nada. Lo pasaras estupendamente – sonrió picarón – Siempre tan intuitiva – creí oírle mascullar entre dientes a la vez que me tendía las hojas ya ordenas e impolutamente cuadradas.

- Nos vemos a la vuelta entonces – le di un beso en la mejilla y me fui a casa sin olvidar que no había contestado a mi pregunta de la ropa.

Aquello sonaba a algo impulsivo, alocado y arriesgado… algo que no encajaba exactamente conmigo, pero tenía ganas de olvidarme de todo por unos días, disfrutar e incluso… dejar de ser yo por unas horas. Me asemejaba demasiado a ese personaje que estaba intentando crear. Cogí lo justo y metí la bolsa en el coche. Tenía que empezar a vivir un poco y enterrar los libros por una buena temporada. Subí al coche y una vez frente al volante abrí la tarjeta, leí la dirección y arranque. Aquello parecía estar en el fin del mundo y no me importaba… cuanto más lejos mejor, hasta me alegraba.

Conduje hasta no poder más y aparque en el arcén, era de madrugada cuando me eche a dormir y al despertarme reemprendí la marcha bajo un manto de bruma espesa y densa. Mire alrededor, aquella niebla parecía transportarme en completo silencio hacia el mundo de los sueños, a un mundo imposible de encontrar para aquel que lo busca, casi parcia estar en medio de la nada, no se veía absolutamente nada, avanzaba despacio, en completo silencio, ni siquiera el ruido del motor se oía en mitad de aquella quietud imposible…

Llegué al anochecer del tercer día de conducir por lo que parecía un desierto interminable, frene y mire la gran verja negra que daba la bienvenida a aquel lugar. Desde luego estaba en mitad de ninguna parte o eso parecía con lo enorme que era. La puerta se abrió y entre. Las antorchas iluminaban el camino. Al final de este me esperaba una inmensa mansión… perdón, palacio. No me lo podía creer. Iba a abrir la puerta pero un chico la abrió antes, baje tras mirarle descaradamente y mire la casa ajustando bien mis gafas de sol sobre mí cabeza.

- Vaya… - murmuré completamente fascinada por aquel hermoso lugar, parecía un sueño… el lujo, la casa, los jardines… el atractivo sirviente…

- La estábamos esperando Señorita Bely – dijo lo que parecía el típico mayordomo desde la puerta de la entrada.

Digo que parecía el típico ya que bajo el traje negro no llevaba camisa alguna y mas parecía un modelo que un portero. Estaba cañón el tío… pelo corto y negro, piel bronceada, rostro cuadrado y masculino, ojos negros… y un torso de infarto que lo suyo le habría costado en el gimnasio, parecía resplandecer con la luz dorada

- Espero que no le haya resultado difícil encontrarlo.

- No- me acerque tras acabar de bajar del coche y que mi cola de caballo se agitase tras de mí.

El otro chico ya llevaba mi bolsa al interior. Yo me sentía flotar en mitad de aquel paraíso de cuento, no acaba de creer todo aquello.

- Le prepararemos un baño para que pueda relajarse antes de servir la cena, debe estar cansada del viaje.

Sonreí encantadora y me deje engullir por aquel lugar encantada, aquella atención empezaba a gustarme y no se… había algo en el ambiente que… alteraba mis sentidos.

Mi habitación era tan grande como mi ático, casi me sentí chiquitita allí dentro. Espere a que el chico cerrase la puerta y me tire sobre la cama sonriendo como una niña chica ¿Qué había de malo en sentirse como una princesa de vez en cuando? Me levante y asome la cabeza al baño y se me desencajo la mandíbula al ver preparada la enorme bañera llena de espuma, agua cliente, pétalos de rosa y velitas aromáticas alrededor, me desnude y me metí en el agua con un suspiro. Me acomode cerrando los ojos y me lleve a los labios la copa de champan que había junto al borde de la bañera. Mi móvil sonó, lo cogí, era Mat.

- ¿Qué tal princesa?

- ¡Esto es increíble! - reí

- Te lo dije, volverás nueva ya lo veras – sabía que estaba sonriendo tras la línea con esa absoluta y arrolladora seguridad suya… Mat era tan masculino… - Disfruta, desmelénate Bely.

- Mat – dije recuperando la serenidad, es decir lo equivalente a seriedad.

- ¿Qué?

- Gracias.

- No hay de que nena – colgó y yo me adormilé en el agua.

Nikta

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